No soy madre.
Aspiro a serlo algún día, pero de momento, no se han dado las circunstancias.
Aun así, en ocasiones logro percibir una pequeña parte de lo que realmente implica la maternidad durante mis consultas.
Esa etapa donde no siempre salen las cuentas.
Donde uno más uno ya no suman dos.
Y donde lo que antes era una simple pareja, ahora es ya una familia.
Hasta hace un momento, te parecía lo más natural del mundo salir a cenar de vez en cuando con tu churri, charlar 20 minutos por teléfono con una amiga, o relajarte con un libro en el sofá.
Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, te ves a ti misma corriendo constantemente confundida de un lado al otro de la casa, luciendo las ojeras de un mapache, y con los pezones como alfileres.
Todo ello mientras inevitablemente te preguntas:
¿Qué he hecho con mi vida? ¿Habré tomado una buena decisión?
Pues es en esos momentos cuando te das cuenta que los pequeños placeres del pasado, son ahora los lujos del presente y que quizás las cosas nunca vuelvan a ser ya como antes.
Ante esta situación, no todas las parejas son capaces de adaptarse por igual, ni al mismo ritmo.
Hay algunas parejas que se sincronizan bien, sí, pero también hay muchas otras en las que brotan los desequilibrios.
Desequilibrios que, por pequeños que sean, pueden escalar hasta convertirse en PROBLEMAS.
Con minúsculas, no.
Con mayúsculas.
Muchas veces podrías llegar a sentir que la otra parte no experimenta el mismo nivel de responsabilidad o de compromiso con el cambio, y eso puede generar tensiones.
Por ejemplo:
Cuando estás apañándotelas con el «regalito» de tu hijo, y tu pareja te mete prisa para ver Netflix.
Cuando dedicas todo el día a cuidar de vuestro bebé, y tu pareja llega de trabajar enfocándose más sus preocupaciones y en lo que aún no se ha hecho en casa, en lugar de valorar el esfuerzo que estás poniendo.
O cuando tu pareja trata de brindar su apoyo, pero a veces lo sientes más como una carga que como una ayuda.
Todos esos momentos, son ocasiones en las que pueden surgir grietas, fisuras en vuestra relación.
Sin embargo, a mí me gusta verlos de otra forma:
Verlos como oportunidades para aprender, crecer juntos y fortalecer la conexión que os unió en primer lugar.
Oportunidades que, sin lugar a dudas, podréis aprovechar mejor cuando os suscribís a mi newsletter gratuita.
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