¿Qué NO hacer cuando tu hijo pasa de ti?

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Hoy te voy a revelar una pequeña historia escondida en mi web.

No sé si en algún momento, cuando te suscribiste, te habrás fijado en la mujer de la portada.

Esa chica de cuya mente renacen flores, mariposillas y, en definitiva, cosas buenas.

Bueno, pues a esa mujer, por una secreta razón de la que puede que algún día te hable, la he llamado Galatea (guiño-guiño, para el que lo entienda).

La historia de Galatea es bien curiosa:

En la mitología de Chipre, Pigmalión, su rey, quería encontrar una mujer con la que casarse.

Pero el tipo era bastante «mimimimi».

Tanto lo era que, en su búsqueda de la mujer de oro, no conseguía encontrar mujer alguna, pues ninguna era suficiente para él.

Su Tinder no hacía «match».

Así que en un intento de retiro espiritual, decidió hacerse escultor.

Pigmalión comenzó entonces a trabajar(se) las figuras femeninas. Cada vez con mejor técnica, cada vez más perfectas.

Un día, se dice que consiguió crear una obra de tal belleza, a tal nivel de perfección, que Pigmalión se enamoró perdidamente de ella.

A la noche, mientras Pigmalión soñaba con su «crush», Afrodita, diosa de la belleza y la sensualidad, conmovida por este ciego e insólito amor, decidió hacer realidad sus deseos.

Y a la mañana siguiente, cuando Pigmalión se acercó a Galatea, este pudo comprobar que ya no era una simple y rígida estatua de piedra, sino esa mujer de carne y hueso que tanto tiempo había añorado.

Una perfecta reina a la que amar.

El mito que te acabo de contar tiene una lectura muy potente.

Más potente aún si tienes hijos.

Una lectura sobre cómo nuestras creencias pueden impactar en nuestros propios resultados y en el de los demás.

Y te la desarrollo con un ejemplo concreto.

El otro día una madre me comentaba angustiada:

Mi hijo no me hace caso y hace lo que le da la gana.

Todos los días estamos riñendo por algo.

No hace los deberes, está todo el día con el TikTok o con «sus bros».

Cada vez estamos más distantes y no se muy bien qué hacer para que me haga caso.

Para serte franca, la historia de esta mujer, no me pilló de nuevas.

A diario me encuentro con muchos padres y madres que vienen a consulta buscando apoyo con sus hijos, motivados por ese comprensible miedo a que sus hijos «se pierdan» o empiecen a juntarse con malas compañías.

Nunca haces nada de lo que te digo. Pasas de todo.

Has de estudiar. ¿Es que no piensas en tu futuro?

¿Cuántas veces he de repetirte lo mismo?

Son algunos de los reproches que puedo llegar a escuchar en terapia, tanto directa como indirectamente.

Cuando encuentro estas situaciones, algo muy frecuente que suelo trabajar en consulta es el «Encuadre estratégico del problema ».

Y retomo nuestro mito para explicarte este concepto.

De igual manera que los sueños de Pigmalión hicieron posible que Galatea se convirtiera en humana, cuando alguien nos valora y cree en nosotros, aumentará nuestras posibilidades de éxito.

Sin embargo, si nos critican y constantemente nos recuerdan cada fallo, nos estarán empujando cada vez más hacia el fracaso (o hacia la rebeldía).

Es lo que los psicólogos denominamos como «Efecto Pigmalión» o «Efecto Golem», respectivamente.

Lograr que los padres y madres no sólo comprendan sino también integren este concepto tan básico, es crucial.

Elemental.

Puesto que a partir de ahí, podemos empezar a abordar el problema desde un enfoque diferente, es decir, desde otro «Encuadre »:

— Optando por la validación emocional en lugar de la crítica con sus hijos.

— Prefiriendo fomentar la confianza en vez de alimentar la desconfianza.

— O eligiendo la comprensión en lugar del orgullo.

Y es tan solo entonces, cuando trabajamos desde esta perspectiva, cuando aquello que llevábamos tanto tiempo buscando en nuestros hijos comienza a hacerse realidad.

Y cuando la rigidez que una vez definió a esa escultura de piedra, se transforma en algo más accesible pero sobre todo, humano. 

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