En 1799 las tropas napoleónicas entraron en la ciudad de Rosetta, en Egipto.
Allí, perdida en un desastre de lámparas mágicas, alfombras voladoras y momias desecadas, los soldados encontrarían una piedra.
No una piedra cualquiera:
La Piedra Rosetta.
Una piedra en la que se encontraban grabados tres escritos, en tres lenguas distintas.
Uno en forma de jeroglíficos egipcios, en demótico (otro tipo de escritura ideográfica) y otro en griego antiguo.
Los egiptólogos de la época decidieron que había que enviarla a Francia para descifrarla, porque lo que aquellos símbolos significaban era, hasta el momento, totalmente desconocido.
Se conocía el griego antiguo, sí, pero su correspondencia con el resto de dibujos era un enigma.
¿Eran palabras? ¿Eran ideas? ¿Eran sonidos?
¿Qué eran?
Y sería precisamente un francés, Jean-François Champollion, el que en 1820 conseguiría dar sentido a todo aquello.
El que descubriría que esos 3 escritos no eran más que distintas formas de expresión de un mismo mensaje.
Y el que cambiaría el rumbo de la historia, al permitir la traducción directa de toda la cultura egipcia.
Y lo hizo de una manera aparentemente sencilla, pero realmente complicada:
Intentando comprender primero los contextos individuales en los que cada una de estas lenguas había nacido para, desde ahí, buscar entre ellas lo común.
Curiosamente algo que, día tras día, observo en muchas familias, es esto mismo.
En matrimonios.
En parejas.
En padres y madres con sus hijos.
Distintas formas de expresión que no logran entenderse.
Tal y como hizo Jean-François Champollion:
Es tan solo al intentar comprender primero el contexto, la historia vital, y la perspectiva individual de cada miembro, cuando en conjunto alcanzamos a comprender con claridad que detrás de maneras tan dispares, hay grandes similitudes.
Y cuando la mayoría de las veces descubrimos que estas formas son, en realidad, expresiones distintas de un mensaje compartido.
Entonces, si en ocasiones traducir a tus seres queridos te parece tan difícil como descifrar un jeroglífico…
Tal vez, para lograr ese entendimiento, suscribirte a mi newsletter te sea de ayuda.
